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23.06.05

Socios en la transformación

Por: Valson Thampu


El Buen Samaritano

El tema de la novena Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que tendrá lugar en Porto Alegre, Brasil, del 14 al 23 de febrero de 2006, nos invita a volver a la oración y a reapropiarnos sus recursos.

En la Biblia, la oración es parte de la alianza entre Dios y los seres humanos. Orar no es, entonces, trasladar a Dios la responsabilidad, sino prepararnos nosotros mismos para las tareas que se derivan de esa alianza. Orar en la verdad es estar dispuesto a trabajar junto con Dios para resolver la cuestión por la que rezamos. La oración que esquiva la alianza y elude responsabilidades es mágica, no espiritual.

Al invitarnos a orar, el tema nos señala algunos importantes matices espirituales:

El mundo le importa a Dios (Jn 3:16) y debe importarnos a nosotros. Se nos pide negarnos a nosotros mismos (Mt 16:24), no al mundo. Solo los que se niegan a sí mismos pueden participar con Dios en la transformación del mundo. Pero la transformación del mundo no puede ser un programa para los seres humanos sin ayuda alguna.

Dios formó el mundo, que ha sido deformado por la rebeldía humana. El tema reconoce que no podemos transformar el mundo por nosotros mismos, aunque, al mismo tiempo, no somos irrelevantes para la transformación del mundo. Solo Aquel que formó el mundo puede transformarlo. Pero Dios, en su humildad, nos invita a participar en esta empresa suprema.

Para participar con Dios en esta misión espiritual, necesitamos llegar a ser una nueva creación (2 Cor 5:17; Jn 3:3). ¡Un médico debe empezar por curarse a sí mismo!

Bienaventurados los que promueven el cambio. La transformación parece una empresa abrumadoramente difícil. ¿Por qué? Por nuestra resistencia a los cambios transformadores. Aceptamos prontamente cambios degenerativos, pero somos reticentes respecto a los cambios regenerativos.

La disponibilidad al cambio es esencial si es que hemos de llegar a ser agentes de transformación y a ser transformados nosotros mismos. No puede ser que nosotros, como el joven rico (Mt 19:16-22), queramos ser transformados, pero no estemos dispuestos a cambiar! La confesión y el arrepentimiento por esta contradicción innata en la naturaleza humana son centrales para el tema de la Asamblea.

La señal auténtica de vitalidad espiritual es la disponibilidad para el cambio, especialmente el cambio que va más allá de las pasiones y preferencias de la naturaleza o la conveniencia humana.

La responsabilidad humana sobre el tapete. No todo va bien en el mundo. Pero no es suficiente diagnosticar los males del mundo y denunciar sus muchas enfermedades.

La espiritualidad es un área para el ejercicio de la responsabilidad (Jn 21:15-19). Lo que hace una respuesta verdaderamente espiritual no es sólo la claridad del diagnóstico de los problemas, sino también el empeño decidido en mejorar lo que anda mal. No es bastante denunciar, debemos también ser capaces de anunciar "un nuevo cielo y una nueva tierra". Es fácil encontrar defectos, pero lo que el mundo necesita son soluciones a la constante multiplicación de sus problemas.

Según la Biblia, Jesús nos envía al mundo para traer soluciones. Este es el significado del "envío". El envío es, por consiguiente, un matiz dominante del tema.

La transformación y las prioridades de Dios. La ejecución efectiva de un programa requiere una estrategia adecuada. Formular una estrategia es fijar prioridades. En el contexto del tema, esto significa aceptar las prioridades de Dios.

Bíblicamente, entre estas prioridades están la transformación del individuo y la santificación de la familia. A nivel social, esto implica la reorientación de la expropiación al compartir de bienes, de la hostilidad a la hospitalidad. El resultado debería ser "plenitud de vida" para todos y un orden mundial en consonancia con los valores espirituales básicos de amor, compasión, verdad y justicia.

En lo tocante a la religión, se precisa una reorientación de la preocupación por la vida después de la muerte y hacia el deber espiritual de ser perfectos en este mundo (Mt 5:48). Implorar a Dios que transforme el mundo sonaría falso si desdeñáramos la necesidad de reformar nuestra religiosidad. Hay que transformar la religión en instrumento para erradicar la alienación, en lugar de agravarla.

Purificar la religión fue una prioridad en el ministerio público de Jesús. Lejos de la religiosidad escapista de "mirar hacia otro lado" (Lc 10:31-32), necesitamos reorientarnos hacia la espiritualidad activa del Buen Samaritano que tiene ojos para ver y corazón compasivo para responder a las necesidades humanas.

Esta es la esencia del "arrepentimiento" que Jesús predicó al comienzo de su ministerio (Mt 4:17). Sólo una iglesia arrepentida puede orar en espíritu y en verdad "Dios, en tu gracia, transforma el mundo". [769 palabras]

(*) El Rev. Prof. Valson Thampu, de la Iglesia del Norte de la India, es un teólogo, académico y escritor de Nueva Delhi, India. Es miembro de la Comisión Nacional para la Educación de las Minorías y del Consejo Nacional de Integración en su país.