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21.09.05

Norte de Kenia: Cómo transformar una región volátil

Por: Fredrick Nzwili


Líderes de iglesias encienden velas en una demostración por la paz en Tot, una localidad en el distrito Marakwet, en la región de la Falla del Norte, Kenia.
© NCCK-NPP

Una lanza enterrada en la frontera común entre dos comunidades nómade-pastoriles en la región de la Falla del Norte de Kenia marcó el fin de sangrientos enfrentamientos un par de décadas atrás. Hoy, las dos comunidades rivales necesitan la ayuda de las iglesias para detener una cultura armamentista en rápido crecimiento.

Hace aproximadamente dos décadas, los líderes de los Pokot y de los Samburu, dos comunidades nómade-pastoriles de la región de la Falla del Norte, enterraron una lanza en la frontera común en presencia de políticos y líderes de otras comunidades. La ceremonia simbolizó que todos los instrumentos de violencia habían sido enterradas. Así, los Pokot y los Samburu vivieron en paz por años. Sin embargo, la actual proliferación de armas pequeñas en el área está planteando nuevos desafíos al trabajo pastoral y humanitario.

La región remota y semiárida del Valle de la Gran Falla del Norte, en el noroeste de Kenia, tiene unos 1,8 millones de habitantes. Los Pokot, Samburu y Turkana son nómade-pastoriles. Los Marakwet son agro-pastoriles. Todos ellos viven allí e históricamente se han enfrentado por animales, pasturas y agua. Al igual que otras partes semiáridas de Kenia, ésta está acosada por altos niveles de pobreza y analfabetismo, con una expectativa de vida que oscila entre los 57 años para los Turkana y 66 para los Marakwet. Las iglesias y las organizaciones no gubernamentales son las únicas que brindan servicios tales como educación, salud y agua.

"El robo de ganado es una forma de vida para estas comunidades, pero desde 1992, la actividad se ha vuelto comercial. Luego las comunidades adquirieron armas con fines de saqueo y protección", explica Peter Gunja, coordinador del Programa Nacional por la Paz del Consejo Nacional de Iglesias de Kenia (NCCK, por su sigla en inglés). "Algunos miembros de las comunidades se dieron cuenta de que con armas podían robar más ganado y hacer más dinero. Esto está complicando la seguridad en la región."

La conversión no toma un día

El NCCK junto con la Iglesia Católica Romana y varias organizaciones no gubernamentales (ONGs) están trabajando para poner fin al robo de ganado, la pobreza, el subdesarrollo y la proliferación de armas, en una región donde los hombres jóvenes, mayormente analfabetos, portan rifles AK47 y G3 en sus hombros.

Estos los adquieren por el equivalente de entre 95 y 270 dólares estadounidenses en comunidades vecinas de Sudán, Uganda o Etiopía, donde la guerra civil está finalizando o aún está en auge. Con armas, la práctica tradicional de incursiones en busca de animales, tradicionalmente admirada como una demostración de coraje, se ha vuelto trágica.

La población local recuerda muy bien el comienzo de la violencia de los años 90. "Frente a esa situación, lo primero que hicimos fue crear comités de paz en los asentamientos temporarios donde estas comunidades nómade-pastoriles se establecen cuando encuentran buenas pasturas para sus animales", explica Gunja.

Compuestos por líderes de opinión, políticos, líderes religiosos, mujeres y jóvenes, los comités de paz vinculan a las comunidades, grupos de iglesias y ONGs. Ellos movilizan, monitorean e informan la situación local a funcionarios de las iglesias y de las ONGs.

"Los líderes locales, a través de los comités, han castigado a los que comenten actos de violencia. Las comunidades han resuelto los conflictos o han puesto casos difíciles en manos de las autoridades. Ahora, están en posición de resolverlos al nivel de las bases", explica Carren Kiptoo, funcionario del programa de paz del NCCK. "En el pasado, si una persona cometía un delito, toda la comunidad era culpada por ello. Entonces sobrevenía la violencia."

Los comités de los pueblos se iniciaron alrededor de 1997 bajo el programa de paz del NCCK, para transformarse en grupos de paz locales y luego de distritos, y finalmente (desde 2002) en un comité de paz regional. Su papel ha variado desde organizar actividades intercomunitarias tales como reuniones de oración y de meditación por la paz, hasta sugerir proyectos de desarrollo para la comunidad.

El sacerdote Francis Moriasi, vicario general de la diócesis católico romana de Eldoret, un importante pueblo de la región, cita algunos avances positivos de las comunidades, pero advierte que el conflicto no ha sido superado aún. "La conversión no toma un día. Pero hay indicios de que está en marcha", sostiene.

Armas y canciones

Como parte de su trabajo por la paz, el NCCK está instando a las comunidades a desarmarse y alentando a los obispos locales a recibir las armas. "Las comunidades confían de tal modo en las iglesias que se sienten más libres de entregarles las armas a éstas que al gobierno. Hemos reunido más de 50 rifles automáticos y de manufactura casera", dice Gunja. No obstante, el gobierno no estaría cómodo con esta situación, porque los líderes eclesiásticos no están familiarizados con las reglamentaciones sobre armas de fuego.

Según Selina Korir, de Mujeres Rurales Unidas por la Paz, una red de organizaciones de base, las mujeres están en el corazón del trabajo por la paz en región, tanto mediando en conflictos como creando conciencia. "Ellas son capaces de dialogar con los combatientes y detener una incursión inminente. Ellas también dialogan con los ancianos y los educan acercan de los daños causados por los conflictos", explica.

Las mujeres también llevan a cabo visitas de solidaridad en el área más castigada, compartiendo ayuda con mujeres locales y manifestando su preocupación a los ancianos, líderes políticos y religiosos. Ellas también generan "contracultura", transformando canciones tradicionales que exhaltaban las incursiones y el heroísmo violento en canciones de paz. "Si hay alguien que puede cambiar la Falla del Norte son las mujeres", sostiene Korir.

Llevar el evangelio hasta lo más remoto del territorio

Recientemente, las iglesias locales a través del NCCK dieron su apoyo a tradicionales iniciativas de paz tales como la Mis o Mumma. Esta es una ceremonia tradicional de juramento por la paz entre los Pokot y sus vecinos. Los líderes maldicen a aquellos que usan un arma para matar a su prójimo. Mis implica carnear un animal (un toro) de modo que su sangre limpie el delito. Luego, todos los participantes comen el animal.

"Si esa es su forma de resolver conflictos, la apoyamos", dice Gunja, cuyo programa ha provisto fondos para la compra de toros para las ceremonias. Sin embargo, en vista de la extrema pobreza, los representantes de la iglesia alientan a las comunidades a considerar la venta de los toros y a usar el dinero para proyectos de desarrollo.

El evangelio ha llegado solamente a un reducido número de comunidades, que continúan adorando a dioses tradicionales. Pero el NCCK ha alentado a las iglesias a llevar el evangelio hasta lo más remoto del territorio habitado por las comunidades.

Durante las ceremonias de paz, las iglesias han estado designando pastores de las comunidades para predicar al pueblo. "Les decimos que hay otra sangre más importante que la de ese toro. Es la sangre de Jesús", explica Gunja. [1.151 palabras]

(*) Fredrick Nzwili es un periodista independiente de Kenia basado en la capital del país, Nairobi. Actualmente es corresponsal de Noticias Ecuménicas Internacionales.


Concurso "belleza y paz"

El 21 de agosto se invitó a los habitantes de Kainuk, un pueblo remoto del distrito Turkana de Kenia, a un colorido concurso de "belleza y paz" organizado por el Consejo Nacional Cristiano de Kenia a través del comité regional de paz.

Como parte de las actividades por la paz en la Falla del Norte, las mujeres de las comunidades Pokot y Turkana se vistieron con sus atuendos tradicionales -vestidos de fino cuero marrón hechos con piel de cabra, totalmente adornados con cuentas y chales también de cuero- y desfilaron ante los líderes de la iglesia y los miembros de la comunidad.

Después de bailar al son de una melodía entonada por mujeres Turkana, tres mujeres de cada comunidad ganaron el concurso. Las seis ganadoras llevaron a sus hogares hermosas cuentas, brazaletes, collares tradicionales y "Lesos" (una suerte de saris muy apreciados por las mujeres de estas comunidades).

El concurso fue precedido por oraciones por la paz, bailes y canciones tradicionales, parodias y dramatizaciones sobre la paz. [167 palabras]