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04.10.05

Gracia divina y dignidad humana

Por: Elsa Tamez


No se puede reflexionar sobre la gracia desde América Latina sin pensar en la situación de desgracia en que viven millones de sus habitantes.

Fueron las iglesias latinoamericanas las que primero sugirieron la gracia divina como tema de la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias. Una teóloga latinoamericana reflexiona en el siguiente artículo sobre qué significa orar hoy en América Latina "Dios, en tu gracia, transforma el mundo".

Hablar de gracia supone, paradójicamente, hablar de pecado. Y en América Latina, hablar de pecado significa tomar en cuenta no sólo su dimensión personal, sino y sobre todo su dimensión social: injusticias, violencia, guerras. No se puede reflexionar sobre la gracia desde América Latina sin pensar en la situación de desgracia en que viven millones de sus habitantes: desgracia económica, social, cultural y espiritual. Hoy en día el concepto cristiano de gracia es desafiado por un contexto de desigualdad social y negación de la dignidad humana, que son signos de un pecado estructural.

En nuestro medio hoy parece que no basta ser humano, las personas tienen que tener muchos méritos para "ser alguien" a los ojos de los demás. Esos méritos son sobre todo económicos: un alto salario, una buena casa y más de un automóvil. Las personas que no tienen lo mínimo no son personas, no son importantes.

En este contexto, el mensaje cristiano sobre la gracia rehabilita al ser humano, le recuerda su lugar en el mundo como hijo o hija de Dios, creado a imagen y semejanza de Dios. Para los pobres y discriminados, para quienes no son vistos como personas en nuestra sociedad, ésta es una buena noticia. En un contexto donde abundan los excluidos y los no-persona, la experiencia de la gracia hace a las personas visibles, les devuelve su dignidad.

Hoy más que nunca es necesario subrayar la relación estrecha entre gracia de Dios, "imagen de Dios" y dignidad humana. Cuando experimentamos la gracia de Dios nos sentimos hijos e hijas de Dios, la imagen de Dios es restaurada y la dignidad de la persona reaparece. Ahora bien, esto no sólo vale para uno mismo, sino también para el otro. Al reconocer la gracia de Dios presente en el otro o la otra reconocemos también su dignidad humana.

La gracia no sólo se experimenta pasivamente. Al ser acogida como don, la gracia nos invita a irradiarla a través de nuestro espíritu, mente y cuerpo; a manifestarla con nuestras actitudes y prácticas, no sólo con nuestra boca. La experiencia de la gracia no se limita a emociones o caprichosos estados de ánimo, sino que es algo profundo que transforma y renueva la conciencia, el cuerpo y el modo de vivir de quienes la acogen.

Cuál es el mensaje de la gracia de Dios para quienes tienen poder, estatus y riqueza? A quienes no suelen dudar de su dignidad y poder, la gracia les recuerda más bien la condición de pecador de todo ser humano, su complicidad con el pecado que crea las desigualdades. Pero a la vez les recuerda la oportunidad que todos tenemos de acoger la gracia de Dios que transforma, y que es ofrecida gratuitamente a todos por su misericordia. El entender que todo ser humano puede recibir la gracia como don y reflejar con ello el linaje de Dios en el aquí y ahora, puede llevar al respeto mutuo y abrir un camino para suprimir las desigualdades y discriminaciones en la sociedad y la iglesia.

La eficacia de la gracia, así como de la fe, se mide por la manera de ser de las personas, su honestidad y transparencia, su estilo de vida solidario. La gracia recibida de Dios debe ser irradiada y compartida. Si Dios actúa con gracia hacia nosotros, así también se espera que nosotros actuemos con nuestros hermanos y hermanas que se sienten abandonados a las desgracias del mundo.

No es fácil hoy vivir de acuerdo al evangelio de Jesucristo. Uno de los desafíos más grandes es hacer frente a una ideología religiosa en la cual la gracia no tiene cabida. Se trata de una religiosidad mercantil - presente en las instituciones, en los medios de comunicación y en algunas iglesias - que es incapaz de comprender que la gracia se recibe como un regalo, que no es algo que se compra. Y es que la gracia no encaja en una sociedad de consumo y rivalidad, donde nos pisoteamos unos a otros para poder sobrevivir.

Al orar "Dios, en tu gracia, transforma el mundo", quienes hemos experimentado la gracia divina manifestamos nuestra disposición a transformarnos, nosotros mismos, en portadores de un mensaje que puede transformar un mundo que no conoce la gracia ni la misericordia.

(*) Elsa Tamez, teóloga y biblista mexicana, es consultora de traducciones de las Sociedades Bíblicas Unidas; además enseña en la Universidad Bíblica Latinoamericana y es miembro del equipo del Departamento Ecuménico de Investigaciones, ambos en San José, Costa Rica. Entre sus obras se cuentan Contra toda condena: La justificación por la fe desde los excluidos, y La Biblia de los oprimidos.