03.11.05
Los caminos de la gracia de Dios
Por: Naamah Kelman
"(...) igual que Dios visita a los enfermos, nosotros debemos también visitar a los enfermos"
Alta resolutión
Esta foto proviene del sitio "Keeping the Faith" (Mantener la fe)
"Dios, en tu gracia, transforma el mundo" es una oración capaz, en principio, de expresar el anhelo de personas de diferentes religiones. En el siguiente artículo, la rabina Naamah Kelman, de Jerusalén, reflexiona sobre el tema de la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias desde el punto de vista de la tradición judía.
Buscamos en Dios la fuerza, la sabiduría y el coraje para cambiar el mundo. Rogamos a Dios que renueve nuestra esperanza y alimente nuestros espíritus para que podamos tomar parte en la transformación del mundo. Acudimos a Dios para sentir amor y consuelo, para que cuando no hemos conseguido cambiar el mundo, podamos intentarlo de nuevo.
Nosotros, los creyentes de las tres religiones monoteístas -judaísmo, cristianismo e islam-, compartimos un Dios de compasión y justicia. Ambas deben ir juntas. La compasión sin justicia puede sanarnos, pero no nos mejorará ni nos llevará hacia donde debemos ir. La justicia sin compasión puede arreglar lo que está mal, pero no nos dará la capacidad de aguantarnos unos a otros. Servimos a un Dios que puede hacernos cambiar, sanarnos, inspirarnos y apremiarnos.
En la tradición judía, nos apoyamos en dos pilares básicos que nos sostienen. Son la creación y la redención. Creación es tanto el acto original de la creación del mundo como la idea de renovación constante; renovación del alma y renovación del mundo. Redención es el acto original de salida (éxodo) de la esclavitud, y la esperanza constante de un mundo redimido.
Aunque Dios es la fuente de estas fuerzas transformadoras, nosotros debemos cooperar con Dios para asegurar la presencia constante de las fuerzas de renovación y redención en el mundo.
En el día de reposo semanal (sabbat), estas dos fuerzas se juntan. Se nos ordena descansar -no relajarnos- para encontrar las energías que nos permitan volver a una nueva semana y al mundo con la fuerza de la creación y la redención. Tal vez esta semana podamos sanar a nuestra familia, a la comunidad y a la vecindad. Mejor aún, tal vez podamos proyectarnos más allá de nuestros marcos familiares y buscar al prójimo...
¿Ha habido jamás en la historia humana un tiempo en que no anheláramos la gracia de Dios? ¿La necesitamos como siempre la hemos necesitado? ¡Sí!
La escala de los acontecimientos es hoy aterradora. Las conexiones mundiales hacen que vivamos en una aldea global. Pero la tecnología ha desatado fuerzas de sanación y fuerzas de destrucción como nunca antes. Es difícil soportar la multitud de catástrofes terribles que se ciernen sobre la humanidad. El terror nos paraliza. Pero también nos sentimos impotentes ante la pobreza, la enfermedad, la violencia y la corrupción. ¡La gracia de Dios lucha contra la desesperación!
La audacia de actuar como Dios
El tema de la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, el próximo mes de febrero, me recuerda la maravillosa parábola judía sobre cómo los seres humanos deben actuar como Dios. Evidentemente, en cuanto los rabinos dicen esto, se estremecen ante su propia audacia. ¿Cómo podemos los humanos ser como Dios?
La respuesta es: igual que Dios visita a los enfermos, nosotros debemos también visitar a los enfermos. Aprendemos esto porque Dios "se aparece a Abraham" en Génesis 18, poco después de su circuncisión. Los rabinos deducen que Abraham se está recuperando y que Dios ha acudido a "visitarlo".
Los rabinos buscan en las escrituras textos para probar que Dios alimenta a los hambrientos, viste a los desnudos (Adán y Eva en el jardín), consuela a los afligidos, etcétera, y por consiguiente debemos seguir los caminos de Dios. Estos son los caminos de la gracia de Dios.
Evidentemente, el texto más elocuente a este respecto está en Génesis 1:27. El texto deja muy claro que todos nosotros fuimos creados a imagen de Dios. Yo debo tratarte a ti como si tú representaras la imagen de Dios en la tierra. Pero nadie tiene un monopolio del sufrimiento, como nadie tiene un monopolio de la santidad. Nos damos las manos como representantes de Dios en esta tierra gloriosa.
Así pues, empezamos con aquellos cercanos a nosotros en el dolor y el sufrimiento, y extendemos nuestra labor. La justicia, según nuestros profetas, es también nuestra misión. Atender al huérfano, a la viuda, a los más desamparados en nuestras sociedades. Construir un mundo equitativo.
Nos volvemos a Dios en la oración y en la acción para llenar el mundo con la gracia de Dios. Renovemos la creación cada día; acerquemos la redención de todas las maneras posibles.
(*) Naamah Kelman, primera mujer ordenada como rabina en Israel, es directora de iniciativas educativas en el Colegio Hebreo Unido de Jerusalén y miembro de la junta directiva de Rabinos por los Derechos Humanos. Desarrolla también actividades en las esferas de pluralismo religioso, feminismo judío, paz y trabajo interreligioso.