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01.12.05

Contribuyamos a la obra transformadora de Dios

Por: Naim Ateek


El 2 de diciembre de 2004, miembros del Programa de Acompañamiento Ecuménico en Palestina e Israel participaron en una peregrinación desde Jerusalén hasta el Muro de Separación y luego a Betania.
La peregrinación pasó junto al Monte de los Olivos.
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El tema de la IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias - Dios, en tu gracia, transforma el mundo - tiene diferentes significados para distintas personas. ¿Qué les dice a los cristianos que viven en una situación tan difícil como la de Palestina? Naim Ateek, destacado teólogo palestino, reflexiona sobre esta cuestión.

Este tema es una oración que encierra diferentes significados para distintas personas. Para los cristianos palestinos, transmite cinco mensajes importantes, cada uno de los cuales es esencial en el movimiento hacia la transformación de nuestras comunidades y del mundo.

Es una súplica dirigida a Dios. Reconocemos la necesidad de transformación y oramos directamente al único capaz de realizar tal transformación. En último término es Dios, fuente de vida, quien nos renueva y nos transforma. En tiempos de dolor, aflicción y opresión, el espíritu humano se vuelve a Dios como fuente de sanidad, consuelo y liberación. Cristianos y musulmanes palestinos que viven bajo la ocupación israelí de su país dirigen constantemente sus súplicas a Dios. La fe y la confianza son puestas en el poder de Dios y no en el poder de los hombres.

Reconoce una forma de transformación propia de Dios. Dios se relaciona con nosotros por la gracia, la misericordia y el amor. No es por la violencia o la guerra como Dios opera la transformación del mundo. La gracia de Dios abarca todos los atributos admirables de Dios. Pedir la gracia de Dios es rechazar el modo de actuar del imperio, que produce el cambio por la fuerza destructiva de la violencia y la guerra. Es también rechazar los métodos utilizados por los extremistas religiosos que matan en nombre de Dios. Apelar a la gracia de Dios es buscar la voluntad de Dios en el mundo y cumplirla. La voluntad de Dios es la justicia, la paz y la reconciliación, y no la dominación y la opresión.

Es una oración que requiere la participación activa del que ora. No se pide la ayuda de Dios quedándose uno sentado y viendo pasivamente el deterioro de las cosas. Como dice Pablo, trabajamos con Dios. En verdad, sin Dios nada podemos, pero somos colaboradores en la obra de transformación emprendida por Dios. Cuando Dios transforma a las personas, las transforma a su propia imagen. No podemos contentarnos con un simple cambio. Buscamos la transformación total de las personas desde dentro, para que puedan a su vez ser instrumentos de cambio y de transformación. Somos hijos de Dios cuando trabajamos por la paz. Dios nos ha confiado el trabajo de reconciliación. Colaboramos con Dios para hacer de este mundo un lugar mejor para todos.

La transformación implica una nueva creación basada en la justicia y la misericordia de Dios. Esta transformación empieza cuando se hace justicia y puede establecerse la paz. En el contexto palestino, la justicia se alcanzará cuando termine la ilegal ocupación israelí de nuestro país. Construida sobre la base firme de la justicia, una convivencia pacífica de un estado palestino y un estado israelí, uno al lado del otro, es el objetivo al que aspiramos. La transformación, sin embargo, va más allá de la consecución de la justicia y la paz. Debe abrir el camino hacia la reconciliación y el perdón, que solo la misericordia de Dios puede hacer posible. La transformación se realiza cuando israelíes y palestinos - judíos, musulmanes y cristianos - reconocen su humanidad común como don de Dios y conviven en paz como buenos vecinos.

La oración pide una transformación global. Nuestro mundo se ha vuelto tan pequeño que lo que sucede en un lugar afecta a otros lugares, a veces profundamente. La injusticia en un lugar tiene ramificaciones en otros lugares. No podemos ser egoístas cuando oramos y trabajamos por la transformación. Ésta tiene que abarcar a todos los pueblos del mundo. Nuestra oración trasciende las denominaciones, las etnias y las razas. Se proyecta a todos. Aunque, como palestinos, sentimos nuestro dolor y trabajamos y oramos por el final de la ocupación de nuestro país, no podemos ignorar el resto del mundo. Debemos recordar a nuestros hermanos y hermanas en otros lugares que viven también bajo fuerzas opresivas y buscan la liberación. La transformación nunca será completa mientras haya pueblos oprimidos bajo el yugo de la dominación. Siempre estamos llamados a colaborar con Dios para la transformación del mundo.

Oremos Dios, en tu gracia, transforma el mundo. Y que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la ayuda del Espíritu Santo estén siempre con nosotros. Amén.

(*) El Rev. Dr Naim Ateek, ministro ordenado de la Iglesia Episcopal, es el fundador y director del Centro Sabeel Ecuménico de Teología de la Liberación, de Jerusalén. Prominente teólogo cristiano palestino, ha publicado, entre otros libros, Justicia y sólo justicia: una teología palestina de la liberación (1989). Vive y trabaja en Palestina/Israel.